DÍAS DE AVERNO Y NINFAS by DARK LILITH

Semanas de confinamiento, sin  contacto  físico…  Cada vez  más     percibía,          ansiosa,                anhelante,                      cómo    las hormonas van pidiendo ese aliento lleno de  energía sexual y carga erótica que nos invada a través de todos  los sentidos: el olor a sexo, el sudor al tacto, los susurros entremezclados con gemidos que penetren en mis oídos….

Como animales, feroces, buscamos satisfacer esas necesidades saliendo a la caza por las travesías de las aplicaciones. Me transformo en Lucía, mi imagen… la luna llena y mi mano esposada, con “sex on fire” (The Kings of Lions) como canción de culto, y una  cita por descripción: “todos somos como la luna brillante, todavía tenemos el lado oscuro” (K. Griban).

Y de pronto, un “súper like” con Gabriel, cuya presentación hace vibrar mi cuerpo, tanto por las sugerentes imágenes como por la sutil pero intensa frase con la que se describe, refiriendo secretos y deseos oscuros… Comenzamos la conversación sin rodeos, sin las clásicas y aburridas preguntas de ¡Hola!, ¿qué tal?, ¿a qué te dedicas?… Vamos directamente a lo que nos interesa, cruzamos al lado de lo secreto y lo oscuro, el del dolor pasional:

G: Me gusta tu descripción

L: Y a mí la tuya. ¿Tienes muchos deseos oscuros? G: Alguno que otro, ¿y tú?

L: Alguno que otro es una respuesta… sin respuesta.

G: Lo curioso es que, cuando se cumplen, ya no parecen tan oscuros. Pero sí, me gusta disfrutar del deseo, del morbo…

L: Por oscuro… se me ocurren bastantes cosas. Y pueden seguir siéndolas cuando son custodiadas en tu intimidad… cuando tú las conoces y te recreas en ellas sin que quienes están a tu alrededor lo sepan, y menos aún puedan imaginarlas… No por esconderte, sino por disfrutar esa parte oscura que llevas dentro; ese deseo que se apodera de tu ser.

G: Ese deseo que solo puedes compartir con unos pocos, con quien sabes que te entiende, que se hace cómplice… Me gusta cómo te expresas.

L: A ver cómo lo haces tú, déjate llevar y cuéntame uno de esos deseos oscuros…

Y a partir de aquí, vamos creando una historia que nos hace cómplices, nos une y nos transporta invadiéndonos de un inmenso placer…

G: Para eso debes pensar en la oscuridad de tus ojos cubiertos con un pañuelo. Debes sentir tus manos sujetas sobre tu cabeza. Y tu cuerpo, aún no desnudo del todo, esperando. Debes sentir mi presencia en tu alrededor, rondándote muy cerca, casi rozándote; pero sin hacerlo aún. Aprendiendo de tu cuerpo, de tu respiración, de cómo se eriza tu piel cuando sientes mi aliento cerca de tu cuello; cómo buscas el calor de mi cuerpo… tan cerca de él… sin tocarte. Estudiando cómo hacer crecer tu deseo, preparándote para que lo disfrutes, saboreando cada segundo.

L: Se me eriza la piel (mi cuerpo está comenzando a sentir, a vibrar…) G: Entonces… hemos empezado bien. ¡Podemos seguir profundizando!.

L: Estoy de pie, esperando, todo mi cuerpo está más expuesto. Sí, un detalle… ¿estoy arrodillada, tumbada, sentada?… No, ¡de pie!, esperando, todo mi cuerpo está más expuesto, puedo percibir más…

G: De pie, por supuesto, que todo tu cuerpo sea accesible; expuesta, impaciente y un poquito… asustada.

L: Sigo esperando, ansiosa, temerosa…

Y así me deja, ha de abandonar la sesión, pero mi mente continúa imaginando la situación, estoy excitada, expectante… y me abandono a mi ser…. Decido seguir la historia:

L: Acabo de masturbarme, ¿castigada? He introducido tres de mis dedos, he llegado al fondo y he conseguido una grata explosión de transparente flujo. De rico jugo que me has hecho contener. Y ahora… tu mirada feroz, cabreado. Me esposas manos y pies. Y vuelves a susurrarme al oído lo mala que he sido mientras piensas en cómo vas a castigarme. Coges una fusta… me la acercas., juegas con los flecos a pasarla por mi cara, mi cuello, mis pechos, me pellizcas los pezones… Y sigues susurrando. Continuas jugando con ella entre mi sexo, azotas mis glúteos… ¡me haces enloquecer!

G: ¡Mmmmmm eres una niña muy traviesa! Disfrutaré mucho jugando contigo. Será un placer sentir cómo tu piel se calienta bajo mi mano. Cómo se ruboriza con cada azote. Te arrastraré hasta la cama, y con tus manos aún atadas te colocaré boca abajo, levantando tu culo; quiero verlo, que me lo ofrezcas. Y tu sexo, quiero sentirlo en la palma de mi mano, caliente, mojado; quiero que me sientas, cómo te presiono, cómo lo acaricio con firmeza antes del primer azote.

L: Y muestras tu miembro erecto, brillante por esas primeras lágrimas transparentes derramadas ¡cuánto me gustaría beberlas! Lo acercas a mi cara, a la vez que tiras de mi pelo hacia atrás; me la restriegas por mis mejillas, la arrimas a mi boca y… ¡me la retiras! La miro con fuerte deseo, pero no me dejas…; la acaricia tu fuerte mano y más la ansío, relamo mis labios, mi boca abierta, preparada para recibirla, pero no me dejas;

y… vuelves a azotarme, ahora en mi sexo, provocándome fuertes gemidos, pero tapas mi boca con tu mano, fuerte, la chupo, la muerdo… mi cuerpo se contonea esperando a que sea envestido.

G: Y de pronto la sientes abriéndose paso dentro de tu cuerpo; fuerte, dura, reclamando lo que desea. Sientes cómo tu cuerpo se abre para recibirla y gimes, sollozas, mientras agarro tu cabello con mi mano y te obligo a levantar la cabeza y a mirarte en el espejo, cruzo mi mano sobre tu pecho, arrodillada, sientes cómo mi cuerpo se pega contra tu espalda, sin dejar de penetrarte. Escuchándome jadear junto a tu oído mientras te beso y te muerdo. Y mi otra mano baja hasta tu sexo, lo acaricia, lo aprieta, buscando tu punto más sensible porque quiero oírte gritar.

L: Me oirás muy fuerte; mis lágrimas, provocadas por ese deleite, se deslizan por mis mejillas y todo mi cuerpo se eriza al escucharte gemir, al ver tu expresión -a través del espejo- de absoluto éxtasis.

La historia no termina ahí, ha traspasado los límites de la pantalla, me ha calado tan hondo que mi sexo está más que mojado; continúo introduciendo mis dedos, masturbándome hasta el punto de sentir cómo emana un torrente de flujo caliente y transparente de mi cuerpo que moja mis muslos y deja la huella en mis sábanas.

Sorprendentemente, ha sido capaz de calar lo que acertadamente ha llamado mi “zona más erógena”, mi propia mente. Acto seguido, no puedo evitar pedirle escuchar su voz y, sin dudarlo, escribe su número de teléfono y lo marco al instante. ¡Joder! exclamo al oírle, tiene esa voz grave (radiofónica) que al penetrar mis oídos es capaz de provocarme un orgasmo.

A partir de ahí, seguimos teniendo excitantes encuentros virtuales. Se ha convertido en “mi lobo feroz”, ese que cuando asoma sus patitas llamándome “señorita”, con sus aullidos a modo de susurros a la luz de la luna, me hace estremecer.

Entre tanto, continúo conociendo a distintos “matches”, descartando –sin duda alguna- aquellos que comienzan con avainillados saludos. Por sorpresa, aparece “Jocker”, cuya presentación me hace pensar en un experimentado dominante. Sin embargo, tras intercambiar las primeras frases con él, comienzo a vislumbrar que no lo es tanto… Y, aunque inicialmente no capta mi atención, ¡falso dominante! (es lo que pienso) voy descubriendo esa parte de mí a la que le gusta dominar, ese otro “yo” que comienza a fluir de manera natural… Él se inicia en la sumisión, dejándose guiar por mis juegos e inesperadamente nos convertimos en cómplices, nos hemos autodescubierto como “Switch” (aunque lo veo más novato en todos los sentidos, es cierto que –al igual que yo- está ansioso por vivir y disfrutar de estas experiencias).

Y comenzamos el juego a través del chat secreto del telegram, previamente establecidas las normas. Comienza mi rol de “ama”, excitándome (le) con mis comentarios denigrantes y mis órdenes: le pido fotografías en posiciones sumisas,

canina… Pero él comienza a ser algo insistente, por lo que decido castigarle ignorándole durante un par de días. Así, cuando vuelvo, está como un perrito faldero moviendo el rabito ante un simple “hola”.

Para verificar que está disponible un 24/7 –tal y como se comprometió-, le realizo una video-llamada inesperada (asegurándome de que no está en el trabajo) que le coge por sorpresa:

L: Es el momento, vas a pagar lo cabreada que estoy. ¡No se te ocurra alzar la vista! ¡No lo mereces! Te esposaré y te pondré el collar de perro, te arrastraré y… ¡arrodíllate ahora mismo!, imagina que estás ante mí.

J: Sí, mi señora

L: Ahora mirarás cómo abro mi coño, frente a tu cara, cómo juego con mi vulva, con mi clítoris…; escuchas cómo gimo, … ¡No puedes tocarte!. Quiero que simules que estás apretando mis labios vaginales, lamiendo e introduciendo tu lengua en mi cueva… Te permito ver cómo me masturbo, cómo me gozo de inmenso placer y… ¡siento mi primer orgasmo!, gimo…

J: Mi señora, quiero verla…

L: ¡Calla! Ahora mira fijamente a la pantalla, vas a ver cómo introduzco mi dildo –el que introduciré bruscamente en tu ano- hasta lo más profundo de mi vagina. Mientras, jadearás y babearás como un miserable perro que está a la espera de mis migajas…

¡ladra!

J: Wuau wuau…

L: Y así… llego al culmen… mis líquidos empapan mi mano, la pantalla…… Bien, perrito. Ahora, sí puedes mirarme.

Todo esto está bien…, pero siento que he de ir más allá, necesito  piel-con-piel, necesito ese encuentro, pero… estamos en el inicio de la desescalada… No voy a permitir que esta situación coarte mis deseos, esas fantasías de las que soy cautiva y, sobre todo… el poder que he adquirido para auto-complacerme.

Así, decido acondicionar mi dormitorio con velas aromáticas y música erótica, permitiendo la entrada a la luz de la luna. Abro mi cajón “rojo” y me preparo, me enfundo el corsé de cuero y encaje negro, las medias con liguero que dejan liberada mi entrepierna, los tacones de aguja… y preparo una copa de mi “séptimo sentido”.

¡Sí! Ahora me siento traviesa, libidinosa…; estoy preparada para relatar una de mis anheladas fantasías que se han ido retroalimentando día a día, durante este período; esas que he compartido con mis complacientes amantes. He decidido que voy a

encontrarme con ambos: uno, sutilmente dominante y el otro, adoptando el rol de sumiso.

He aquí la historia:

Llego a su piso a la hora acordada, puntual, temblorosa a la vez que excitada, pero muy segura de que quiero estar ahí. Al llegar al portal, no puedo evitar sentir una leve sequedad en mi boca y echo un trago al agua que llevo en el discreto maletín de juguetes sexuales.

Ya en el piso, la puerta está abierta para recibirme y ahí está él ¡ahora sí que me tiemblan las piernas!. Es alto, fuerte y con una mirada penetrante que cala hasta lo más hondo de mis entrañas. Ahí, parado, hablándome únicamente con sus ojos negros, me ofrece un Ovidio, un exquisito vino manchego de color granate brillante que provoca en mí el deseo lascivo de ser devorada por esa boca con sabor a frutos rojos y miel…

Brindamos y nuestras miradas ardientes chocan entre sí, como si de dos felinos feroces se tratase. Él me tiende la mano y me dirige y me dirige al dormitorio, acondicionado con una delicada luz y sensual música tántrica.

No puedo esperar más, y entrego mis caderas a esas fuertes manos que me empujan hacia sí mismo, le acerco mi boca y me besa intensamente; en ese momento comienzo a notar su pasión creciendo bajo su elegante pantalón negro a la vez que me estrecha aún más fuerte. Me susurra que he sido un “poquito mala” por adelantarme a besarle tan apasionadamente guiando mi cara hacia el cinturón que tiene en su mano… En ese momento mi cuerpo se electriza al notar el aire vibrante de su voz en mis oídos.

Me agarra más fuerte aún, me coge del cuello y me besa muy fuerte, mordisqueando mis labios a la vez que aprieta mi pecho al suyo, a ese cuerpo que desprende un calor masculino con aroma salvaje; ha aparecido “mi lobo”, ese depredador ansioso por devorar mi cuerpo entre sus manos, ese cuerpo que ansía ser comido, succionado, lamido por ese feroz animal.

Llegado a ese momento, el reflejo de las estrellas que atraviesa la ventana es testigo del pasional desenlace de este primer encuentro. Ambos cuerpos, copulando al unísono, con fuertes envestidas del ardiente felino a la oscura pantera… rinden homenaje a la luna llena con estremecidos aullidos al sentir el orgasmo que hace aguas, dejando un brillante río de placer bajo nuestros cuerpos.

El cariz tan real que adopta esta fantasía provoca en mí una lujuriosa eyaculación a la par que mis personajes. Respiro y bebo mi copa de vino para relajarme del espectacular orgasmo vivido. Ahora, es el momento de darle paso a mi sumiso principiante:

Tras darnos una ducha y prepararnos para su llegada, solo hace falta mirarnos para entendernos; nos sentimos cómplices y vamos a disfrutar de nuestro invitado.

Jocker llega puntual. Gabriel nos espera en el dormitorio, en silencio, delante de la ventana, logrando que el trasluz deje entrever su silueta. Yo le recibo amablemente, con mi vestido encapuchado negro largo y gran escote, y con el antifaz; le ofrezco un trago de vino (quiero que su aliento desprenda ese olor afrutado) susurrándole muy cerca “recuerda que no puedes mirarme a los ojos”. Noto cómo en este momento su cuerpo se estremece; eso me gusta, vamos por buen camino.

Le pongo el collar de perro y lo llevo hacia el dormitorio. Una vez dentro, le permito ver la silueta de Gabriel (me vuelve loca este hombre) y le pongo el antifaz. En ese momento, mi lobo se acerca y juntos, le esposamos las muñecas con los brazos tras su cuerpo.

Le ordeno, con voz suave pero intensa que no se le ocurra gemir, o emitir ruido alguno; ha de permanecer inmóvil. Mientras, a su lado, muy de cerca, Gabriel y yo comenzamos a besarnos, a acariciarnos, alza mis brazos sobre mi cabeza para quitarme el vestido muy suavemente: comienza acariciando mis gemelos, sube por mis muslos, caderas… ¡No puedo parar de contonearme! Y gimo muy fuerte… Estoy muy excitada, noto intensa humedad entre mis piernas que aumenta al comprobar que Jocker lo está sintiendo, aumenta su excitación a la vez que sufre al percibir la agitación de mi respiración…

Mi hombre y yo nos miramos y entendemos qué queremos; tiro del collar de Jocker y lo tumbamos sobre la cama, boca arriba, con los brazos por encima de su cabeza aun esposados. Empieza a inquietarse un poco, ¡shhhh, no te muevas!, tranquilo.

Mientras tanto, Gabriel y yo seguimos besándonos por encima de su cuerpo, nota nuestra respiración, nuestros gemidos que ganan en intensidad y se percibe cómo su cuerpo empieza a moverse.

Es el momento de prestarle un poquito de atención; de pronto, nota cómo mi boca acaricia sus pezones, que empiezan a ponerse duros; a la vez, Gabriel acerca su boca por sus ingles… Es excitante ver cómo estamos disfrutando.

Jocker intenta moverse para que esos carnosos labios se acerquen a su miembro, pero no… De pronto, el sumiso da una encogida al sentir, por sorpresa, el frío metálico de las pinzas en sus pezones. Aumenta mi excitación al ver cómo se encorva. Al unísono, mi amante dominante le coloca el anillo en esa polla que comienza a ponerse dura, y la sujetamos a la cadena enganchada a las pinzas. Jocker quiere encogerse, pero no… no se lo permitimos. Volvemos a dejarle un rato en silencio, y se siente cada vez más inquieto, porque no sabe qué está pasando y menos aún que le espera.

De pronto, me pongo a horcajadas sobre su cabeza, dejando notar cómo mis piernas bajan, acercando mi vulva hacia su cara, me acerco a su boca pero no le doy de beber de ella; notará cómo los dedos de Gabriel se introducen en mi boca vaginal y me masturba provocándome espasmos de placer. Poco a poco, él se retira y acerco mi coño a su boca para que me lo coma, se lo froto a mi ritmo; cuando quiere más, se lo retiro.

Ahora, nos vamos a la parte de su culo, ese trasero que Gabriel ha comenzado a preparar y me dispone para que le dé un azote, pero quiero más y le doy otro más fuerte aún, provocándole un fuerte grito de placer. ¡Shhhh, chico malo!, le susurro.

Mientras, mi lobo está preparando las bolas anales, lubricadas, húmedas y comienza a introducir una, otra, otra…, por ese culo aún virgen. ¡Mmmmmm y a la vez, voy a disfrutar un poco de su capullo, voy a lamer su polla y pondré mi trasero hacia su cara, fundiéndome de frente con la mirada de Gabriel. Decidimos ser algo buenos y le quito el antifaz para que lo único que vean sus ojos ahora sea mi culo abierto, preparado para que juegue con el plug en mi ano a la vez que me masturba. ¡Azótame, pero no como una nenaza!, le pido.

Conforme me da placer, como un ser poseído por el mismísimo demonio, Gabriel le retira las bolas de un tirón que le hacen estremecer y le penetra fuertemente con su polla. Jocker abre los ojos de par en par, siente tal excitación que apenas puede emitir algún gemido. Esa situación me excita aún más, estoy muy muy libidinosa. Me pongo a horcajadas, dejando a mis espaldas a mi lobo y miro al Jocker, le abofeteo, quiere bajar las manos, moverlas…, quiere gozar de poder, de placer… pero nosotros podemos con él. Le hago callar.

Siento cómo el roce de mi coño chorreante ha logrado una gran erección de su miembro que es engullido por mi boca vaginal. Ahora, ambos le estamos follando; le pegamos fuertes envestidas, él por el culo y yo la polla. Quiere cogernos, pero no puede ya que sigue atado.

Quiero que vea cómo Gabriel, desde atrás, agarra fuertemente mis pechos, aprieta mis pezones a la vez que los lamo, cómo gemimos, los dos a la vez que le envestimos. Voy a ser un poquito buena, le voy a soltar las manos, quiere acercarse a nosotros, lucha para ello, pero no…. cuando yo decido, le dejo incorporarse, sujetándole por los hombros para que esté inclinado mientras seguimos follándole, fuerte, ¡nuestros gemidos y gritos conforman una banda sonora infernalmente satánica!

Y llegó el momento…, ese en el que el lobo y la pantera van a culminar, permitiendo a nuestro invitado que se corra al unísono. Así, los tres, nos fundimos, provocando un torrente acompañado de una mística melodía de éxtasis interminable…

Ciudad Real, 22 de mayo de 2020. Estado de alarma

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