La Fiesta by liz_Berry
-«liz, ven».
-«¿Si Ama?»
-«El sábado que viene voy a dar una fiesta en casa. Será algo pequeño, los amigos íntimos. Entre seis y diez personas, aún estoy esperando las confirmaciones. Primero un aperitivo en el jardín, después una cena y para terminar unas copas. Quiero que vengas unas horas antes, prepares la casa y el jardín, hagas los aperitivos y la cena y nos sirvas durante toda la fiesta. Llevarás tu uniforme en todo momento y nada de collar o de gestos o posiciones relacionadas con el BDSM. Es un evento vainilla así que no me llamarás Ama, sólo Señora. Quiero un servicio impecable y máximo respeto con mis invitados. Hablarás sólo si se te pregunta y si alguien te pregunta por qué estás haciendo el servicio, responderás que te he contratado. ¿Ha quedado claro?»
-«Si Ama»
-«Lo harás liz?»
-«Por supuesto que sí, con mucho gusto Ama»
-«Muy bien, puedes irte, nos vemos el sábado, ven a la hora que creas oportuna»
Me despedí de Ama y ya en casa empecé a hacer planes en mi cabeza. Necesitaría varias horas para dejarlo todo impecable: limpiar el salón, poner la mesa, quizás arreglar un poco el jardín si había hierbajos, colocar las mesas fuera para colocar las copas y los aperitivos, preparar los aperitivos y la cena… ¿tenía que hacer yo la compra? Tendría que preguntar a Ama, eso podría llevarme tiempo. No dejé de pensar en ese día durante toda la semana.
Pregunté a Ama por la compra y me dijo que Ella decidiría el menú y que habría todo lo necesario cuando yo llegase. Llegó el sábado. Ama me dijo que los invitados llegarían a partir de las 19:00. Decidí ir a casa de Ama 4 horas antes: una hora para preparar el jardín, una hora para el salón y dos horas para cocinar y ayudar a Ama a prepararse si lo necesitaba.
Cuando llegué Ama me dijo que el jardín y el salón estaban limpios y que las mesas del jardín ya estaban fuera. Se lo agradecí enormemente porque cuando me explicó el menú me quedé muerta. Tenía que preparar a mano unos 40 canapés para el aperitivo. La cena consistía en un filete de salmón al horno con su guarnición de patatas, pimientos y cebollas al horno, y mousse de chocolate y macedonia de frutas de postre. Tendría que pelar y cortar patatas, pimientos y cebolla para 9 personas y cocinarlo todo en varias veces porque no cabía todo en el horno…y tener cuidado de que no estuviese frío para la cena y además de eso preparar el postre. Debería empezar por el postre que es frío y necesita tiempo en el frigorífico y después seguir con la guarnición y meterla en una cacerola para que se mantenga caliente mientras se hace el salmón.
Puse la mesa para quitarme eso de en medio y me puse a preparar canapés. Al final no fue para tanto, unos 30 minutos, contando dejarlos en las bandejas con una bonita presentación. Preparé la mousse de chocolate y pelé y troceé toda la fruta. Me puse con la guarnición, tocaba pelar todo como si no hubiese nacido para otra cosa. Estuve unos 45 minutos y al final me dolían las manos pero estaba orgullosa de haberlo hecho tan rápido. La guarnición al horno. Mientras se cocinaba empecé a arreglarme y pregunté a Ama si necesitaría ayuda, me dijo que me preocupase por todo lo que tenía que hacer, que Ella estaría bien.
Saqué los canapés y las bebidas al jardín. Preparé algunas copas de vino, de champán y algunos vasos con refresco para que estuviesen listos cuando los invitados llegasen. Ya se iba acercando la hora y el tiempo se me había pasado volando. Ama me recordó que los invitados estaban a punto de llegar y me preguntó si todo estaba listo. Le dije que solo tenía que poner el salmón en el horno y que lo demás estaba preparado.
Los invitados empezaron a llevar. yo les recibía, les ayudaba con sus chaquetas y abrigos y les conducía al jardín, donde Ama les esperaba. La mayoría aprovechaba la ocasión para preguntar a Ama quién era yo y de dónde había salido, a lo que Ama respondía simplemente que Ella me había contratado para hacer el servicio y no tener que ocuparse Ella y que lo mejor era que hiciesen como si yo no estuviese ahí, cosa que me alivió bastante porque me dejaba más libertad para hacer mi trabajo.
Una vez que todos los invitados estaban en el jardín, me dediqué a pasar entre los invitados llevando copas llenas y ofreciéndome a rellenar las vacías. La cena se serviría a las 20:30, así que puse el salmón en el horno a las 20:00 y comencé a preparar los platos para que todo estuviese listo y nadie tuviese que esperar. Ama mandó a los invitados al salón y fueron sentándose. yo empecé a servir los platos ya preparados, ya que así corría menos riesgo de tropezarme o manchar a alguien, que soy una torpe. En cuanto acabé con la comida empecé a servir las copas de vino blanco y mientras todos comían esperé de pie retirada de la mesa.
Al principio alguien peguntó si yo iba a comer con los demás y Ama le dijo que yo no era una invitada, que estaba trabajando, y me miró con una sonrisa discreta y maliciosa. Rápidamente pasaron a otro tema de conversación.
Terminó el plato principal y pasaron a los postres y de ahí a las copas que también serví. Intentaba moverme discretamente entre los invitados sin molestarles ni taparles la vista. Me di cuenta de que con los nervios de la tarde no había comido nada y estaba hambrienta. Era casi medianoche y algunos invitados empezaban a estar cansados y comentaban que se marchaban. A medida que se levantaban para irse, yo iba a buscar sus abrigos y chaquetas intentando recordar a quién correspondía cada una (menos mal que sólo eran ocho). La gran mayoría se despedía felicitando a la anfitriona por tan agradable velada y por el buen servicio. yo me sentía feliz y orgullosa y me lo tomaba como si me lo dijesen a mí directamente.
Cuando sólo quedaban tres invitados, una pareja y un hombre, Ama se fue hacia la mujer y le susurró algo al oído. El hombre que estaba sólo dijo se marchaba y preguntó a la pareja si también si iban ya. En ese momento la mujer dijo que tenía que ir al baño antes y que él podía adelantarse, que ellos se marcharían después.
Cuando solamente quedábamos los 4 en la casa, la mujer se dirigió a Ama.
-«¿Por qué querías que nos quedásemos los últimos?»
-«Quería haceros una pequeña confidencia» Ama me miró, señaló con un dedo el suelo delante Suyo y dijo: «liz, desnúdate y arrodíllate»
-«Sí, Señora». En ese momento me di cuenta que no la había llamado Señora en todo el día hasta ese momento, simplemente no me había hablado directamente a mí en todo el día. Empecé a desnudarme tranquilamente pero sin pausa, con toda la elegancia posible, como si fuesen a ponerme una nota en función de lo bien que lo hubiese hecho.
La pareja estaba ahí de pie junto a Ama, sin llegar a reaccionar. –
«Ya no hace falta que me llames Señora»
-«Sí, Ama» Sonreí y seguí desnudándome…
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