El fin de la tormenta by __Cocytus__

Las gotas de lluvia caían sin tregua en el exterior, era un sonido relajante como pocos para él, pero aun así andaba con nerviosismo de un lado a otro de la habitación. 
Su corazón latía con vigor y pequeñas perlas de sudor se formaban en su frente, revelando claramente que estaba intranquilo. 

El sonido del timbre le despertó de su ensueño y fue corriendo a abrir. Mientras esperaba se miró al espejo e intentó adecentar un poco su rebelde pelo. Escucho sus pasos y con expectación la vio subir el ultimo escalón.
Su expresión embobada lo decía todo. 

—¿Qué miras tan fijamente, eeehh?  —comentó con tono juguetón , según se iba acercando a él con una sonrisa de oreja a oreja. 

Intentó apartar la mirada levemente, mezcla de la timidez y vergüenza pero su mentón fue agarrado con fuerza obligándole a mirarla a los ojos. 
—Responde —susurró ella con un tono algo enfadado.

—P-p-erdón, me he quedado embelesado con lo preciosa que estás hoy. Bueno… siempre estás preciosa, no me malentiendas, pero hoy en concreto estás más imponente de lo normal —confesó sinceramente mientras le temblaba la voz.

Su clara risa resonó por el piso durante unos segundos, después acercó lentamente sus labios y le besó con ganas.
—¿Sabes? nunca me cansaré de que me digas estas cosas. ¿Vamos adentro? —preguntó relamiéndose los labios, mientras se separaba de él y señalaba la entrada con un ligero cabeceo. 

—Claro, pasa pasa, disculpa mis modales. Ando algo espeso —comentó entre risas mientras se apartaba a un lado cerrando la puerta una vez pasa.
Diligentemente sostiene su abrigo y lo cuelga y como ya es costumbre, se arrodilla junto a ella, ayudándola a descalzarse.

—Voy a usar el baño, qué te parece si me preparas algo rico de picotear mientras. —sugiere ella mientras le guiña el ojo al hombre que tiene a sus pies. 

Él asiente y con rapidez aparta el calzado y se dirige a la cocina a ojear que puede preparar para complacerla. 

Tras unos minutos que parecen casi eternos sus pasos se acercan y entra en la cocina. 
—Deja eso por ahora he cambiado de idea, ven conmigo perrito.

Un escalofrío recorre su espina dorsal al escucharla, en su mente la forma en la que lo llama puede resultar humillante, pero por raro que parezca, le llena de placer que le trate así.  

Se deja guiar por la casa sin rechistar hasta llegar al baño.
Ella sonríe cuando entran.

El joven se percata del aroma que desprende el jabón de vainilla, nota el calor que desprende el agua de la bañera y la luz de las velas parpadea de manera acogedora.
En uno de los taburetes hay varias cosas bajo una toalla. 

—¿Y todo esto? —pregunta curioso.
—Vas a hacer que disfrute de un buen baño. 
—Podrías haber dejado que preparase todo yo tonta.
—Podría, pero así lo he querido yo. ¿Algo que objetar?
—No, ninguna, no he dicho nada. Entonces… Si me permites. 
—Adelante, te lo permito —comenta entre risas.

Se acerca a su espalda y comienza a quitarle la ropa con cuidado, alza sus brazos y pasa la parte superior hasta que queda fuera.  Después se ocupa de la parte de abajo quedando de rodillas detrás de ella. Se arrastra a sus pies y baja con cuidado su ropa interior y sus medias cubriendo sus piernas de besos mientras acaba.

Una vez desnuda completamente, disfruta de sus besos y caricias durante unos segundos y frota su cabeza complacida. Le empuja levemente con la pierna obligándole a separarse.
Camina hacia la bañera y se mete despacio; el agua cubre su cuerpo desnudo y un suspiro de satisfacción se escapa entre sus labios. 

Él queda de rodillas al lado de la bañera esperando con la mirada gacha. Aunque no puedo evitar admirar su cuerpo bajo las ondas que se forman en la superficie del agua, de reojo.

—¿Vas a ser un buen chico verdad?. Enjabóname, —dice divertida mientras sus pies quedan fuera del agua y le acaricia la cabeza.

—Seré un buen chico —responde tímidamente. 

Una generosa cantidad de jabón cae en la esponja.
Comienza a frotar sus suaves pies mientras intenta que se relaje, sube por las piernas y continúa limpiando su cuerpo sin dejar ni un rincón por explorar, masajeándolo a conciencia. 

—Muy bien, desnúdate y continúa con tu trabajo.
Se levanta y comienza a desnudarse
Instantes después, totalmente desnudo prosigue su tarea intentando esconder la evidente erección con las piernas, adora su cuerpo.

El agua se mece cuando su brazo se balancea con calma fuera de la bañera; de repente, su suave mano comienza a moverse con parsimonia en forma de suaves caricias hacia su ahora totalmente expuesto miembro. No puede evitar dar un respingo, pero se sobrepone rápido y continúa con su tarea ya que no querría contrariarla, al menos no hoy.

La diversión se ve en el rostro de la chica. Su mano baja lentamente, acaricia su miembro, huevos y la entrada de su ano jugando con él a placer. 
Él pobre chico lucha por permanecer concentrado ante tal tortura, ahogando los jadeos como puede. Hacía mucho que no sentía la mano de su dueña en su cuerpo. 

Tras unos minutos que parecen eternos para él, ella cambia de postura.
—Termina de limpiarme sirviente —ordena con firmeza.

Con un suspiro de alivio obedece apresuradamente, y lava su inmaculada piel desde los hombros hasta su terso culo. Simplemente el servirla le excita demasiado. 

Unos minutos después hace que pare. Le toma el rostro con ambas manos y sella sus labios con cariño, dejando que su lengua juegue libre con la de él. 
Más y más excitado aumenta el ritmo y rodea con sus temblorosos brazos su húmedo cuerpo, atrayéndola hacia él. Cada vez más atrevido, baja sus manos y comienza a jugar con su culo, acercándose peligrosamente a su sexo.

Un bofetón le despierta de su ensueño. 
—¿Quién te ha dado permiso para hacer eso? —pregunta enfadada mientras sale de la bañera agarrándole del pelo y escupiendo en su boca. 
Su pie se posa con fuerza sobre su pene aplastándolo contra el suelo.

—Nadie, lo siento, lo siento —jadea sorprendido, mientras saborea su saliva y nota su pene palpitando bajo la planta de su hermoso pie. 

—Está bien, sécame —ordena tras soltarle, apretando unos segundos más con fuerza su miembro, dejándole claro que no es un juego.

Unos minutos más tarde acaba de secarla, se mantiene de rodillas ante ella. 
—Vas a quedarte aquí, mirando hacia la bañera. Ahora vuelvo —juguetonamente empuja su cabeza dentro de la bañera ahogándole durante unos segundos.
En el reflejo del agua, puede ver como se mueve por detrás de él y toma varias cosas del taburete, comienza a temblar sin saber que puede venir después.

—Tengo una pequeña sorpresa para ti, para que comprendas que solo yo puedo disfrutar de esa polla —susurra en su oído.
Sonríe mordiéndose el labio y acaricia sus huevos. Su coño comienza a estar muy mojado.

—¿Qué es mi señora? —traga saliva dejando escapar un gemido por las caricias.
—A ver si lo adivinas.
Le tapa los ojos y deja que su pene lo sienta unos segundos esperando su reacción.
Nota rápidamente que es un fleshlight, pero no uno cualquiera. Intenta moverse contra el juguete, pero ella rápidamente lo aparta lejos de su alcance.
—Es como tu coñito —masculla impactado al darse cuenta.
—Bingo, es como el coñito de tu ama, ese que tanto adoras perrito, ahora quédate quieto, como te muevas sin mi permiso vas a pasarlo muy mal —susurra mientras se sienta en frente y acerca su cabeza a su verdadero sexo.

La cara de él lo dice todo y por si fuera poco su pene corrobora la excitación que siente. Tan cerca pero a la vez tan lejos.

Pausadamente ajusta en un soporte el fleshlight y sonriente agarra su pene con ambas manos masturbándolo lentamente y posteriormente colocándolo en los labios del juguete. Ella agarra sus nalgas desde atrás y mientras las acaricia con celosía, hace que empuje contra él; a la vez lame, besa y muerde su cuello.

—Ama, por favor —suplica con deseo.
—Mmm lubrícanos primero —responde ella dejando en sus manos el bote, volviendo a colocarse al borde de la bañera. Vierte un poco de lubricante en uno de sus pies y juega distraídamente con su miembro, disfrutando del espectáculo.

Él acaricia obediente los labios del juguete llenándolos de lubricante, tratándolo con respeto.

Al acabar, mueve sus manos cubiertas de lubricante a tientas buscando su húmedo sexo.
—¿También? —pregunta antes de tocarla, miedoso de no haber entendido sus deseos.

—Ponte el collar que hay a tu izquierda y dame la correa, después te permitiré hacerlo, perrita.

En un principio no le iba a dejar, pero la situación hace que su interior desee de ese contacto.

Se levanta apresurado buscando a ciegas el collar y tras conseguirlo y entregarle la correa a su señora, acaricia su vulva lubricándola con mimo, frotando su pene contra la bañera deseoso de más. Sin poder controlarse acerca su boca y comienza a disfrutar de su sabor.

Le pilla por sorpresa y no puede evitar gemir, su coño palpita desesperado, pero aun así tira de la correa dejándole sin respiración.

—¿Te dije que no te movieses sin mi permiso verdad?
—No he podido resistirme mi señora. Perdóname te lo suplico —dice entre toses mientras se lleva las manos al collar intentando aflojar la presión que le impide respirar.

—¿Tantas ganas tienes?
Le dirige con el collar hacia el soporte, fijándolo a la base para que no pueda moverse.
Ata sus genitales y tira de ellos provocando un alarido de dolor en su sumiso. Después toma un flogger y lo descarga sobre su trasero sin piedad.
—Vamos putita, yo que tu me daría prisa si quieres que te perdone —dice entre risas mientras tira de la cuerda y presiona con su pie peligrosamente.

Gimiendo por el dolor, mueve su lengua desesperadamente, haciéndolo de la forma que a ella le gusta. Los gimoteos y chasquidos del flogger llenan el baño. Las rojas marcas pronto se reparten por toda su espalda y culo.

—Eso es. Dale mucho placer, como si fuese yo de verdad, esta replica de mi coño, tiene más valor que tú. ¿Cierto?.
Asiente con su cabeza ya que su boca se encuentra ocupada en complacerla.
Puede que no sea el sexo de su ama pero ahora mismo su vida gira en torno a él.

—¿Tienes ganas de disfrutar de él?
—Permíteme obtener placer de él. Tengo muchas ganas, te lo suplico —gimotea desesperado.

—Hazlo.

Esa simple palabra embota sus sentidos y se abalanza sobre el juguete con desesperación.
Comienza a penetrarlo con fuerza disfrutando de la sensación de experimentar un coño exactamente igual al de su señora.

Ella al verlo ajusta el soporte facilitándole el acceso y se coloca encima para que ambos coños estén alineados.
—Vamos perrito por hoy vas a poder obtener placer de mi coño también. Dáselo todo a tu ama. Y ni se te ocurra correrte sin mi permiso.

Fuera de sí comienza a penetrar ambos, agradeciéndole entre fuertes jadeos.

—Un chucho como tú solo sirve para complacerme y pese a eso te estoy dando placer. ¿Soy muy buena contigo verdad? —jadea extasiada, al borde del orgasmo.

—Gracias por permitir a tu sucio perro follarte ama, gracias por este regalo. Te adoro.

El saber cuan controlado le tiene, poder hacer lo que guste con él, ese poder le produce un gran placer.

—Me voy a correr Ama —susurra él al borde del orgasmo.
—No, te correrás cuando yo te deje. Para.
Con un quejido, frena en seco, respirando con dificultad. Maldita sea, su cuerpo tiembla deseando liberar todo el placer, la sangre martillea sus sienes, no puede más.

Destapa sus ojos y se sienta al borde de la bañera y acercando la palpitante vagina a su suplicante rostro, forzándole a complacerla con su boca.
—Vas a usar tu boca para hacer que me corra. Ahora continúa.
—Acuérdate de no venirte—comenta burlonamente.

Su pene palpita con fuerza mientras la cadera se mece rítmicamente, las sensaciones que le provoca el juguete son muy parecidas a las del sexo de su ama, con esfuerzo intenta contener el orgasmo, pero no puede más, el placer comienza a trepar en su interior de nuevo, nublando su entendimiento, haciéndole un títere con un único deseo, obtener placer.
Poco a poco se acerca al final. Los gemidos de ambos se mezclan con el sonido de las desesperadas penetraciones y con el que produce su lengua contra el hinchado y palpitante coño de ella.

—Joder, joder, me voy a correr —gime la joven al notar la ola de placer recorriendo su cuerpo.
Los gimoteos, mezcla de placer y de sufrimiento de su esclavo hacen que se vuelva loca. Los espasmos del orgasmo se acercan cada vez más.

”Puedes correrte”.
Nunca pensó que dos palabras pudiesen hacerle tan feliz.

Los espasmos llegan a su punto álgido y tirando con fuerza del pelo se viene como nunca antes.
Segundos después con un último esfuerzo el chico, fuera de sí, llena la replica con toda la excitación contenida y cae rendido al suelo.
Las piernas de ella tiemblan y ceden obligándola a tumbarse junto a él. Abrazándolo con fuerza mientras tiemblan.

Con los últimos gemidos todo finalizó.
El olor a tierra mojada se cuela por las rendijas de la ventana.
El latir acelerado de los corazones abrazados y los jadeos descompasados eran los únicos compañeros del silencio.

La tormenta, había acabado.

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